sábado, 9 de noviembre de 2013

Perdida o perdiendo..

Yo lo de perder cosas es algo que empecé a poner en práctica desde que era una enana.. lo primero primerísimo fue el miedo a la oscuridad. Una noche de esas en las que papá entró a darme el beso de "que sueñes cosas bonitas" para no tener pesadillas y justo cuando estaba encendiendo la luz pequeña le solté un: " Déjala apagada que ya no tengo miedo", me empezaba a hacer mayor de repente. Cuando ya llegue a primaria seguí en mi labor de perder cosas: pendientes, pelotas jugando en el parque, bufandas y guantes olvidados en el perchero de la clase, autobuses para llegar a entrenamientos, la propina de mi abuela guardada en el bolsillo del pantalón derecho... Y yo que pensaba que crecer implicaba dejar de perder en general, pero qué va, puedo demostrar que a medida que uno se va haciendo mayor sólo se dedica a ello al antónimo de ganar.. Lo que sí es cierto es que dejamos de perder cosas materiales, pero perdemos cosas mucho más importantes. Si ahora mismo me tocará ir a buscar en la caja de objetos perdidos todas las cosas que he dejado de encontrar hasta el momento... estarían mis papeles y mi paciencia, si ya sabéis esas dos cosas que perdemos cuando llegamos a nuestro límite, cuando no podemos más, cuando las gotas (que seguramente vengan de llorarnos encima) rebosan los vasos, que vemos medio vacíos. Estaría mi vergüenza, que total es algo que no recuperaría porque no la he echado en falta. En la sección de miedos encontraría a la oscuridad, a las alturas, a los exámenes, a las serpientes, a la selectividad, a los castigos de mamá cuando me portaba mal. Sin embargo los que si que no encontraría son el de decepcionar a alguien, el de no hacer las cosas bien, el de no estar a la altura, el de fallar. Todavía les tengo a la vista y muy a mano así que difícil que no sepa donde los he dejado. Ah como no lo último que encontraría casi casi arriba del todo por ser lo más reciente que he perdido, son mi cabeza y mis bragas, que aunque os parezca mentira son cosas que van casi a la vez, sobre todo cuando llega alguien por quién merece la pena no encontrarlas porque se ha ganado a pulso tenerlas en su habitación. La primera apoyada en su almohada o encima suyo que sin duda es bastante mejor, y las segundas por el suelo..
A día de hoy sigo perdiendo perdida y eso sí que es una putada, lo único que me hace falta es que me busque las cosquillas y que en las risas que me provoquen me encuentre y que ni me ni le pierda.

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