domingo, 17 de noviembre de 2013

Escribir es lo(que)cura.

Escribir es locura, es lo que cura. Cura las heridas que te has hecho a ti misma, esas que no llegas a lamerte y en las que por supuesto tampoco vas a contar con su saliva, y así como no va a ser jodido que cicatricen. Él ya no está. Se ha ido. Por más que lo hubieras prometido has sido tan tonta de acabar echándole. Y ahora sigues echándole, pero de menos. No está porque le has cansado. Porque tenías que hacer que se cansara contigo y no de ti. Pero parece que no lo has entendido. Igual que tampoco has terminado de comprender que aunque el dicho diga eso de "A quién más queremos es a quién más daño hacemos." nunca tienes que tomarlo literal, ni mucho menos llevarlo a los extremos. Que a los únicos extremos a los que tenías que haberle llevado son los de todos esos lugares a los que sin dudarlo hubieras ido dada de su mano. Esa mano que te quitaba el pelo de la cara mientras estabas apoyada en su almohada. La misma con la que rodeaba tu cintura, mientras te ponías de puntillas para besarle. O la que te buscaba cosquillas cuando no había nadie.
Joder, y que lo único de lo que tenía ganas era de plantarme en su puerta y decirle que claro que puedo vivir sin él, pero que no me da la puta gana. Que me hubiera inventado mil formas de despertarle por la mañana, que  hubiera destrozado su canción favorita usando mi voz y aporreando la guitarra, que no me hubiera cansado de pasearme en bragas mientras veíamos hacerse de noche por su ventana. Que le dejaba mis piernas de trinchera para aferrarse mientras comenzaba la guerra, al hacerle el amor, en su cama. Que me hubiera agarrado muy muy fuerte a su espalda, y aunque le llenase de arañazos,explicarle que el objetivo es dejarle marca y marcado, aunque a veces le, me y nos duela.
Y ahora venga cobarde, llora, rabia, patalea. Laméntate todo lo que quieras que al universo se la suda. Que no porque tú te arrepientas las oportunidades se te presentan de nuevas para volver a darle un par de besos con las gafas de sol puestas.


sábado, 9 de noviembre de 2013

Perdida o perdiendo..

Yo lo de perder cosas es algo que empecé a poner en práctica desde que era una enana.. lo primero primerísimo fue el miedo a la oscuridad. Una noche de esas en las que papá entró a darme el beso de "que sueñes cosas bonitas" para no tener pesadillas y justo cuando estaba encendiendo la luz pequeña le solté un: " Déjala apagada que ya no tengo miedo", me empezaba a hacer mayor de repente. Cuando ya llegue a primaria seguí en mi labor de perder cosas: pendientes, pelotas jugando en el parque, bufandas y guantes olvidados en el perchero de la clase, autobuses para llegar a entrenamientos, la propina de mi abuela guardada en el bolsillo del pantalón derecho... Y yo que pensaba que crecer implicaba dejar de perder en general, pero qué va, puedo demostrar que a medida que uno se va haciendo mayor sólo se dedica a ello al antónimo de ganar.. Lo que sí es cierto es que dejamos de perder cosas materiales, pero perdemos cosas mucho más importantes. Si ahora mismo me tocará ir a buscar en la caja de objetos perdidos todas las cosas que he dejado de encontrar hasta el momento... estarían mis papeles y mi paciencia, si ya sabéis esas dos cosas que perdemos cuando llegamos a nuestro límite, cuando no podemos más, cuando las gotas (que seguramente vengan de llorarnos encima) rebosan los vasos, que vemos medio vacíos. Estaría mi vergüenza, que total es algo que no recuperaría porque no la he echado en falta. En la sección de miedos encontraría a la oscuridad, a las alturas, a los exámenes, a las serpientes, a la selectividad, a los castigos de mamá cuando me portaba mal. Sin embargo los que si que no encontraría son el de decepcionar a alguien, el de no hacer las cosas bien, el de no estar a la altura, el de fallar. Todavía les tengo a la vista y muy a mano así que difícil que no sepa donde los he dejado. Ah como no lo último que encontraría casi casi arriba del todo por ser lo más reciente que he perdido, son mi cabeza y mis bragas, que aunque os parezca mentira son cosas que van casi a la vez, sobre todo cuando llega alguien por quién merece la pena no encontrarlas porque se ha ganado a pulso tenerlas en su habitación. La primera apoyada en su almohada o encima suyo que sin duda es bastante mejor, y las segundas por el suelo..
A día de hoy sigo perdiendo perdida y eso sí que es una putada, lo único que me hace falta es que me busque las cosquillas y que en las risas que me provoquen me encuentre y que ni me ni le pierda.